Lo único que quiero
es servirte
de andadera.
Ser por ejemplo,
el equino que te lleva,
feliz, entre la hierba.
Quiero también
que te recuestes
donde quieras.
Y verte cruzar las piernas,
muslo sobre muslo,
encogiéndose tu falda
provocativa y pequeña.
Finalmente,
quiero que al regresar me des
una palmada en la cabeza.
Y me mandes a dormir
hasta que quieras que te sirva
otra vez, feliz,
de andadera.
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