El hombre es un gusano y un héroe
Pascal
Era una mujer extraña.
Iba por todos lados, en silencio, con un poncho gris y zapatos negros y sucios.
Caminaba del mercado a una casa, y de esa casa al mercado. Nunca daba un paso más. Nunca daba un paso menos.
Era una casa que nunca tenía luces.
Aunque ahora, después de lo ocurrido, algunos dicen que sí, que había luces, pero de muy tarde.
En general, nadie nunca se fijó en ella.
Ni nosotros, los chicos.
Nunca quise, particularmente, fijarme en ella.
Pero algunos dicen, ahora, que le hablaban.
Y que ella respondía con una sonrisa.
Ahora todos dicen cosas de esa mujer extraña.
Lo que ocurrió fue que un día, una mañana, dio algunos pasos de más.
Salió de la casa sin luces hacia el mercado, con una bolsa en la mano.
De regreso, seguía con la bolsa en la mano y se detuvo en el parque. Se sentó en un banco y puso la bolsa sobre su regazo.
Se quedó mirando a los chicos que jugábamos ahí. Un rato, un par de minutos.
Abrió la bolsa, sacó una cosa negra. Ahora sabemos que era una pistola.
Se disparó en la boca.
Esa mujer era mi madre.
La gente se conmocionó mucho con lo ocurrido.
Yo no. No lloré en ese momento, ni después.
No tenía por qué.
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